Decir que los inicios de la Casa de Austria en España suponen un momento
clave en nuestra evolución histórica es un lugar común que, por
repetido, muchas veces se acepta sin preguntar por qué, contentándonos,
apenas, con afirmar que el XVI es un siglo de hegemonía y primer
esplendor. Desde una perspectiva universal, sin duda, es éste un período
en el que una de las novedades mayores -y el siglo asistió a muchas-
tuvo que ver con la constante y renovada presencia de la Monarquía de Carlos I y de Felipe II en todos los escenarios de un mundo que, precisamente, se encontraba en expansión respondiendo, en buena medida, a su impulso.
El siglo XVI, a escala internacional, lleva su impronta, aunque, de puertas adentro, la identidad de España como unidad política sea poco más que una entelequia, pues, de hecho, los Austrias Mayores gobernaban sobre un conjunto de múltiples territorios que, sin unirse entre sí, reconocían particularmente su dominio. La Monarquía se fue definiendo y adaptando a nuevas circunstancias mediante distintas formas de articular las partes con ese todo que representaba la Corona.
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